Cultivar tus propios
tomates, zanahorias o melocotones en la ciudad es más fácil de lo que parece.
No necesitas enormes extensiones de terreno ni grandes inversiones de dinero
para crear tu propio huerto urbano, sólo un balcón o una terraza y muchas ganas de
cuidarlo.
Pasos para hacer un
huerto urbano
1. Elegir el
lugar: Una terraza, ventana o balcón puede convertirse en un lugar perfecto para
cultivar las plantas. Lo más aconsejable es que el huerto esté situado en una
zona iluminada, orientado hacia el sur para aprovechar el máximo número de
horas de sol (8-10 horas de luz). Y si es posible, que esté protegido de las
corrientes de aire.
2. ¿Qué
plantamos? Al principio es recomendable iniciarse con cultivos fáciles que no nos den demasiados problemas.
Darán mejores resultados aquellos cultivos a los que no le afecten graves
enfermedades y plagas, que tengan un ciclo corto, que se puedan cultivar
durante casi todo el año y que sean cultivos de fácil manejo. Especies como acelgas, lechugas, rábano, ajo y cebollas cumplen estos requisitos.
3. Recipientes. Según las dimensiones de tu
balcón, terraza o patio habrá que elegir un tipo de maceta o contenedor
diferente para instalar el huerto. Entre 7 y 15 centímetros de
profundidad se puede plantar casi de todo (zanahorias, tomates,
judías, maíz, guisantes, calabazas, rábanos, berenjenas, pepinos, albahaca,
menta...), ya que las raíces no requieren mucho volumen si tienen suficiente
agua, aire y nutrientes. Los maceteros de barro, aunque son más pesados, son
mejores que los de plástico porque respetan la temperatura de la tierra. Las
jardineras o la mesa de huerto son otras buenas opciones. Lo importante es que
tengan un buen sistema de drenaje.
4. La siembra. Existen dos formas básicas de siembra: sembrar
directamente al huerto o sembrar en contenedores pequeños para después
trasplantarlos al huerto, lo que se conoce como plantel. Hay hortalizas
como el rábano, la zanahoria o el nabo que no se pueden trasplantar y
obligatoriamente se deben de sembrar. Otras hortalizas como la lechuga, la
cebolla o el tomate, aunque se pueden sembrar directamente, es aconsejable
trasplantar el plantón.
5. El
transplante. Lo más importante durante el transplante es no estropear las raíces de la
planta y hacer un agujero lo suficientemente grande. El siguiente paso es
presionar ligeramente el sustrato alrededor de la planta transplantada y regar
a continuación con una regadora.
6. El
sustrato. Un buen sustrato asegurará el éxito de la huerta. El más recomendado es el
compost, un sustrato de origen 100% orgánico que contiene una mezcla de restos
forestales y estiércol. Puedes incluso
hacer tu propio compost en casa. Entre sus ventajas
destaca su capacidad de almacenar agua y nutrientes que la tierra posee, algo
fundamental ya que en nuestro huerto, las plantas tendrán poca profundidad de
sustrato para que las raíces busquen el alimento. Además, el sustrato orgánico
pesa hasta tres veces menos que la tierra normal y, por lo tanto, carga mucho
menos la mesa y la terraza.
Cómo abonar
Las plantas se alimentan de los
nutrientes minerales que hay en el sustrato y que extraen mediante sus raíces.
Los más importantes son el fósforo, el nitrógeno, el potasio, el magnesio, el
manganeso, el boro, el cobre, el molibdeno y el hierro. Al principio no será
necesario añadir ningún abono, pero con el tiempo, los nutrientes se agotarán y
habrá que añadir más compost. Se recomienda abonar al menos dos veces al año.
Cómo regar
El riego es una de las claves para el
éxito de nuestro huerto en casa. Para regar con precisión, se recomienda
instalar un sistema de riego por goteo. Sabremos que el riego ha finalizado
cuando comience a salir agua por debajo de la mesa. La frecuencia del riego
depende de la época del año y de la cantidad de plantas que hay en el huerto.
Por ejemplo, en verano es necesario regar dos o tres veces al día.
Control de plagas
Se debe observar el huerto para detectar
las posibles plagas lo antes posible. Para combatirlas, no es recomendable
utilizar tratamientos químicos ya que generalmente son tóxicos y no respetan
los enemigos naturales de las plagas. Algunas de las plagas más habituales son:
los pulgones, las larvas defoliadoras o el oidio.
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